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miércoles, 21 de marzo de 2012

Vaivenes de la vida

Buenas a todo el mundoooo!!!:D Me pidieron que publicara yo la entrada anterior, pero no pudo ser porque estaba de exámanes... ¡y ya he acabado, al fin puedo respirar la libertad! Bueno, hasta que vuelvan, que no será muy tarde:S

Y como hace ya un tiempo que cambiamos lo que era el blog en sí, para convertirlo de comunitario a nuestro (privado), pues vengo con un pequeño escrito que escribí... pues no sé, hará un año o algo así. En mi blog
http://palabrasformandohistorias.blogspot.com lo debo de tener por ahí, pero bueno, lo cuelgo también aquí para la mayoría que no lo habíais leído antes:)

Así que lo típico, os animamos a todos a comentar y votar, tanto halagándonos como diciendo que es una mierda (se agradecería una algo más sutil que esta para expresar una mala opinión, la vedad). Y nada más, creo... simplemente, que esperamos que sigáis leyéndonos^^ Más adelante, es decir, cuando tengamos tiempo... inspiración... voluntad... y, en definitiva, cuando nos dé la gana, se realizarán cambios en la estructura del blog y demás, pero, por ahora, al parecer ninguno de los tres ha estado por labor de hacerlo xD. Hablaré de esto con mis compañeros... 

También se aceptan sugerencias acerca de lo que queréis leer, y nosotros podríamos intentar amoldarnos a las peticiones, no creo que tuviese que haber ningún problema:)
Y esto es todo... disfrutad de la lectura:D


Admin.: ClaryClaire


 

VAIVENES DE LA VIDA 


"Porque eres demasiado bajito". "Porque eres demasiado bajito". "Porque eres demasiado bajito". Las palabras resuenan todavía en mi cabeza. ¿Demasiado bajito? ¿Perdón? Para que luego digan que a las tías no les importa el físico. Estoy hasta los mismísimos cojones de que no miren más allá de eso.

Desde luego, esta no es mi semana. El otro día perdí mi monedero con cincuenta euros dentro. Ayer me caí en un charco de barro porque mi bici resbaló. Y esta mañana le he pedido salir a una chica, y va y me responde con eso. ¿Hay alguien con más mala suerte que yo en este mundo?

"Y no está a la altura..." ha susurrado una de sus amigas. Después se han reído. Y yo me he ido de allí, avergonzado, frustrado, furioso y maldiciéndolas en voz alta mientras ellas se reían cada vez más alto. En serio, ¿tan malo es ser bajito que se tiene que meter todo el mundo contigo? ¡Dios, ojalá las atropelle un camión!

Camino dando patadas a los charcos que ayer fueron culpables de mi caída. Con las manos en los bolsillos, intento no pensar en que el frío me está cortando la circulación sanguínea. Tengo toda la cara roja, aunque, para ser sincero, no sé si es por la humillación que he sentido o porque me siento como si estuviese en un páramo helado. Qué más da, al fin y al cabo, creo que nunca conseguiré nada con ninguna chica, así que, ¿por qué intentarlo?

—Perdona —por culpa de la bufanda no logro oír exactamente lo que dice una voz detrás de mí, pero algo consigo entender, y me giro.

—¿Qué? —es la amiga de la chica a la que le he pedido salir. Sí, la que había dicho lo de "no está a la altura", sí, la graciosa esa, esa misma.

—Perdona por lo de antes —parece realmente disgustada.

—Vale. No estás perdonada —y sigo andando.

—Hala, Sergio, tío, no seas así —adopta una cierta dureza en su voz.

—No me jodas, Carmen, no me jodas… —resisto la tentación de pegarle una buena ostia.

—Vengaaaa —suplica—. Perdona. Es que, no sé, creo... creo que de no haber estado nadie más que tú, no lo habría dicho. Bueno, de hecho, ha estado muy mal y ni siquiera sé por qué lo he hecho. En serio, lo siento. Supongo que soy tonta.

—Sí.

—Ya.

—Pues eso.

—¿No me perdonas?

—¿De verdad te importa? —ella asiente, y detecto un leve rubor por el color que ofrecen su rostro, ya sea por la vergüenza de tener que pedir disculpas o por el frío.

—Es que... estaba también enfadada...

—¿Qué? ¿Y por qué la pagas conmigo? ¿O es que estabas enfadada conmigo?

—No, sí, bueno, no...

—Vale, oye, aquí me estoy muriendo de frío, ¿te importa si entramos en algún bar o algo? —Mueve la cabeza con un gesto afirmativo y se coloca a mi lado—. Vamos ahí —señalo un café que se encuentra a escasos metros de nosotros.

Sin decir nada, llegamos a él. Entramos y ocupamos mesa. Nos quitamos la bufanda y los guantes, y cuando ella se quita el gorro sacude la cabeza con un movimiento que hace que todos sus rizos pelirrojos se muevan al compás de la música del local.

—¿Y bien? —le pregunto, con un gesto indiferente.

—¿No pides primero? ¡Camarero! —grita tan alto y con tanto ímpetu que casi me da vergüenza ajena.

El empleado viene con un deje de indolencia y pregunta:

—¿Qué queréis?

—Coca-Cola —dice ella, sonriente.

—Otra para mí —digo, sin saber exactamente el qué, pues me doy cuenta de que le estoy mirando los labios a Carmen. Sacudo la cabeza y me pongo serio.

—¿Tienes dinero?

—Eh... —ah, claro, lo olvidaba. Perdí el monedero con, obviamente, el dinero ahí. Qué listo que soy—. No.

—Ah, genial, pues yo tampoco —dice, con toda la tranquilidad del mundo. Enarco las cejas, aunque ella parece tomárselo muy a la ligera.

—¿Y entonces qué estamos haciendo aquí?

—No sé, tú has dicho que querías venir, ¿no? —se encoge de hombros y me mira con unos ojos verdes hipnotizadores.

—¿Y qué sugieres? ¿Que nos larguemos sin pagar?

—¿Alguna alternativa?

—Pues... —el camarero llega con las bebidas y las deja en la mesa. Después de un "gracias", se aleja.

—¿Nunca lo has hecho?

—¿Qué?

—Irte sin pagar.

—Un par de veces. Con unos colegas —me sincero—. ¿Tú?

—Nunca —niega—. Aunque siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Esta chica es muy rara. Me insulta, me pide perdón, ahora parece estar súper simpática conmigo... realmente nunca entenderé a las tías.

—¿Te gusta mucho Elena? —la pregunta me pilla de sorpresa.

—No sé. Sí, supongo. Bueno, mucho no, sólo me gusta. No sé, me parece guapa y todo eso —ni yo mismo sé qué siento exactamente por esa chica, porque lo cierto es que en verdad... no es que sienta nada especialmente fuerte hacia ella.

—Ya... ¿te ha sentado muy mal, verdad? —en sus ojos veo el arrepentimiento.

—Pues hombre, gracia precisamente no me ha hecho...

—Claro —dice agachando la cabeza—. Bueno, lo de las calabazas no ha sido cosa mía, porque si me lo hubieras pedido a mí, supongo... supongo que no habría dicho que no —se le encienden las mejillas tras decir eso. Yo estoy bebiendo de mi Coca-Cola y casi me atraganto.

—¿Entonces... habrías... habrías dicho que sí? —abro mucho los ojos.

—No he dicho eso —dice Carmen frunciendo el ceño. Parece nerviosa—. Sólo... bueno. Me lo habría pensado. Quiero decir, que no eres feo, es más, eres mono. Y pareces buen chico. El problema es que...

—Que soy demasiado bajito, ya —digo, mirando hacia otro lado.

—No iba a decir eso —sonríe con complicidad—. Además, no soy quién para decirlo, dada mi estatura. Iba a decir que no te conozco mucho. Ah, bueno, y además a ti te gusta Elena.

—Ah, claro, se me olvidaba eso —digo sonriente. Ella se ríe y da otro sorbo a su bebida.

¿Y ahora qué? ¿Cómo salimos sin que nos pillen?

—Tenemos que irnos ya —me urge ella—. No están mirando, venga, ¡corre! —me agarra del brazo y me tira hacia ella para huir a la salida. Antes de que ningún miembro del bar se dé cuenta, ya hemos salido y corremos hacia otro lugar lejos de allí.

—La próxima vez, intenta no gritar en voz alta lo de “¡corre!” —le sugiero.

—Sí, es una buena idea —opina ella, recolocándose los rizos.

Después, como un acto reflejo y casi sin poder darme cuenta, se abalanza sobre mí y me da un beso. Al principio me sorprendo y no sé cómo responder, pero luego, tras observar sus ojos cerrados con unas largas pestañas, sus rizos anaranjados cayendo en cascada y sus manos agarradas a mí, poso las mías sobre su rostro y le devuelvo el beso.

Al final, lo del rechazo de esta mañana ha merecido la pena, porque luego, je, qué cosas, la vida da un giro y te encuentras con esto. En fin, que prefiero seguir besándola en vez de pensar.

Así que nos quedamos aquí, en medio de la calle, entrelazados e ignorando lo demás.

Y de pronto deja de hacer frío. 

martes, 13 de marzo de 2012

Renacer

¡Hola a todos! Debido al cambio de rumbo que ha dado el blog, y como ya hemos publicado todos los relatos externos que nos habían llegado, ahora hemos comenzado a publicar nuestros textos propios — nueva tarea en la que se ha estrenado Lorena — alternadamente.
Y sin más, aquí os dejo un comienzo que acabo de escribir para una novela que quizá continúe por mi cuenta. Espero que os guste.
Admin.: Miguel 

Renacer

El ser de ocho patas recorrió sinuosamente la superficie lisa. No hacía ruido alguno; sus movimientos eran rápidos pero delicados, desplazándose con una majestuosidad que se podía admirar durante horas. Una pata tras otra y, en su conjunto, parecían la hábil mano de un pianista al son de una espeluznante sinfonía. El ser se estremeció, nervioso, y, con un sobresalto, echó a correr precipitadamente; algo se cernía sobre él, una masa difusa de gran tamaño y lentos movimientos...
Lentos, pero constantes; ahora ya era demasiado tarde, su rápida carrera no había valido para salvarle la vida, cada vez estaba más cerca…

Giré el zapato a un lado y a otro, con cierta repugnancia: no soportaba las arañas, sólo el ver una ya me hacía encogerme en mi sitio. Temblaba al ver alguna deslizándose por entre el mobiliario, burlándose de mi debilidad, acechando por todos los lados y ninguno a la vez… Pero ahora ya estaba muerta, podía continuar mi monótona actividad.

Hmm… nada en la tele, como de costumbre, demasiado tarde para salir de casa, y con un insomnio que me afligía desde hace tiempo. Necesito una distracción — pensé. Y es que bien tenía todo el día ocupado por el trabajo, bien tenía toda la tarde libre, obligado a ver cómo se consumía cada minuto sin hacer nada productivo. La verdad, era una vida muy aburrida. Me levanté y entré en la cocina para comer algo. Ya que no tenía nada que hacer, comería; sí, eso mataría algunos minutos.
Mientras rebuscaba en la nevera, vi dos luces acercándose peligrosamente hacia mí, dos luces que estaban fuera de la casa. Un frenazo, apertura y cierre de puertas, y unos pasos de varias personas por el jardín.

A partir de aquí todo se vuelve confuso y fragmentado: un timbre, la puerta abriéndose, un grito femenino… ¿Tenía mujer? ¿Hijos? No estoy seguro. Luego todo eran gritos agresivos, el suelo acercándose vertiginosamente y un símbolo, una rúbrica extraña, en la que ahora no me puedo concentrar, porque mi cabeza está a punto de estallar de dolor. 

Ahora estoy en un cuarto oscuro y descuidado, demasiado desorientado para preguntarme por nada. Por una rendija se ve una gran llanura. Tengo sueño, creo que voy a intentar dormir algo.

jueves, 8 de marzo de 2012

AMARGA AMBROSÍA

¡Buenas a todos! Como ya supongo que sabréis, por lo menos los que leáis el blog, soy la autora de textos publicados con anterioridad como “Final 3”, “Mrs.Lovett: The legend” y “El crepitar del fuego”. 

Antes de comenzar mi epílogo sobre “Amarga ambrosía” quería agradecerle a los tres administradores (David, Clara y Miguel) el que me hayan dejado participar en la página como colaboradora. En especial se lo agradezco muchísimo a David Plaza, quien tuvo fe en mí desde el principio, cuando para mí solo era un nombre familiar a través de la red. Gracias, compañero, de verdad. 

La página “Palabras, papel y tú”, aunque sea un humilde proyecto, significa mucho para mí. Últimamente es lo único que me da energías para afrontar el caótico itinerario que he escogido (ciencias). Digamos que es una chispa de sentimiento y pasión, frente al mundo calculador y racional en el que me he sumergido. Un atisbo de calor y belleza. 

Os debo mucho a los tres, y a todos los que escribís y leéis la página con frecuencia. A TODOS MIL GRACIAS. 

“Amarga ambrosía” es una pequeña introducción, una pequeña señal de una historia que quizá desarrolle. En ella desarrollo un poco el tema de las drogas, que por desgracia existe a gran nivel en nuestra sociedad. Este específicamente se desarrolla en la década de los setenta u ochenta. En esta época se desconocían sus efectos, y entre los famosos cantantes se “llevaban de moda”. No quiero decir que todos se drogaran. Espero que os guste. Tenía otro pensado, pero no he podido enviarlo… ¡Otra vez será! 


                                                           Colaboradora: Lorena


AMARGA AMBROSÍA 


Observé con miedo y asco como la aguja envenenada se inyectaba en mi antebrazo. Tan dulce y tan amarga a la vez. 

Sentía el líquido frío, a través de mi sangre y chispas fugaces en el cerebro según avanzaba hacia mi interior. 

Desinyecté la jeringuilla y me levanté del sillón. Vislumbré mi rostro en el espejo, las sombras negras y el rímel de mis pestañas parecían derretirse y deslizarse, concediéndome un aspecto fantasmagórico, por mis mejillas. Una brillante y abundante capa de sudor frío me empapaba parte del flequillo y resbalaba por mis orejas, patillas, nariz, sienes, barbilla y frente. Incluso unas gotitas aparecían, como el rocío en las hojas por las mañanas, en el extremo de mis pestañas. 

Ante la nítida superficie del cristal me veía borroso. 

-“¡No vas a volver a meterte, se lo has prometido a Mike! ¡Cómo te descubra te abandonará!” – Me juré. 

Me pasé la mano por la frente para sacarme. Abrí el grifo, girándolo a la derecha hasta que el agua saliese helada. Metí las manos bajo el chorro. 

-“Joder, qué fría!” 

Me humedecí las muñecas y me eché el agua por la cara. Estaba ardiendo. Volví a mirarme en el espejo. Los efectos empezaban a aparecer. Mis pupilas estaban muy dilatadas. Fui al salón con dificultad, pues me tambaleaba de un lado a otro, y llegué a la alfombra roja frente a la chimenea. Me tumbé con brazos y piernas extendidas, boca arriba. Tenía muchos problemas, pero la heroína hacía que parecieran insignificantes, es más me parecían divertidos o simplemente no los recordaba. 

Antes de que pudiera disfrutar plenamente de mi éxtasis. Oí la puerta de la entrada abrirse. Unos pasos se aproximaban hacia mí. 

-“¡Mierda!”- Pensé al suponer que era Mike.

Me incorporé lo más rápidamente que pude. Encima del sofá pude ver la jeringuilla que había usado, me lancé hacía ella y la escondí bajo un cojín, sobre el que luego me senté disimuladamente. 

-¡Tom! ¡Tenías la puerta abierta! Debes tener más cuidado…-Dijo Mike andando hasta el sillón. 

No respondí, me dediqué a asentir con la cabeza y a bajarme las mangas del jersey. 

-Oye.-Se sentó a mi lado y me puso la mano encima del muslo mientras buscaba mi mirada- Hemos quedado con los demás en media hora, ¿estás ya preparado o espero? 

Bajé la mirada para evitar el contacto con su mirada fulminante. 

-Sí…-Dije al fin. 

-¿Sí qué? ¿Sí estás preparado o…?
Me dio dos pequeños golpecitos con la mano en la pierna izquierda.
-Mírame. 
Le miré. Quizá con un poco de suerte no lo notaría…giré la cabeza.


Lorena Vilariño