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miércoles, 29 de febrero de 2012

Sweet

Buenas a todo el mundo!!!:) Supongo que ya os habréis enterado de las últimas novedades... bueno, si no lo habéis hecho, leeros la entrada anterior que en ella se dice todo lo que creo que se tiene que decir:S

Lo sentimos bastante los tres admin., pero es lo que hay; Nosotros no podemos hacer más... Aún así, vamos a seguir funcionando, y esperamos que vosotros continuéis leyéndonos y disfrutando mientras lo hagáis.

Es por eso que hoy publicamos uno de los pocos textos que nos quedan de los enviados que hemos prometido publicar (es lo más justo para los autores/as).

El texto se llama "Sweet", y la escritora quiere añadir que tal vez se convierta en una novela, aunque no sea muy larga. Si es así y os gusta el relato, estoy segura de que todos estaremos deseando leerla;)

El blog de esta chica, Kirtashalina, es http://kirtashalina.blogspot.com/. Nos envió otro texto, "Agorafobia", así que si os gustó y este también, tenéis que visitar su blog:)

Y eso es todo por el momento... no puedo decir nada más, ya os iremos informando de alguna que otra sorpresilla que tenemos preparada para que leáis^^

Un besazo a todos, a cuidarse!:D



Admin.: ClaryClaire





SWEET

Mi vida es perfecta.
Vivo en un bonito pueblo en el que nos conocemos todos. Está a las orillas de un gran y claro lago, en el centro de un valle rodeado de muchas montañas verdes, que en invierno se cubren de nieve. Nadie se acuerda del nombre del pueblo, o quizá es que nunca ha tenido o que jamás se lo ha sabido nadie. Pero es el pueblo más bonito del mundo. Es rural, chapado a la antigua. Casi todos los edificios tienen tan sólo un piso, y los que tienen dos se pueden contar con los dedos de una mano. Todas las casas son bonitas y no hay nadie infeliz. Las pequeñas casitas de una planta son de piedra gris o blanca y están llenas de balcones con flores rojas y azules. Las casas un poco más grandes, que aunque sólo tienen un piso son enormes, están hechas de madera y cuando pisas el suelo cruje afablemente. Este tipo de casas suele estar en contacto directo con la orilla del lago —de hecho a veces están incluso encima de él— pues yo siempre he relacionado el crujir de tablas de madera con el agua y la palabra “amarre”. El resto de casas son tan dispares que no se las puede reunir a todas en un mismo grupo, pero son todas preciosas. Algunas son blancas o de color hueso, de dos plantas, y tienen tantas habitaciones que podrían albergar a todo el pueblo. Otras mezclan madera y piedra para la fachada e incluyen grandes cristaleras. Hay una especialmente bonita, de estilo victoriano y con grandes puertas, ventanas, escaleras y jardines. También hay otra de ladrillo rojo que es terriblemente alta, y cuando atardece produce una sombra de varios metros de largo.
Yo vivo en una casita blanca que con el tiempo se ha ido cubriendo de hiedras verdosas. Desde mi jardín trasero puedo acceder libremente al lago, y de hecho dispongo de un muelle y una barquita para mí sola. Mi casa es grande, de dos plantas, pero acogedora. Por dentro es como un refugio de madera clara, excepto la biblioteca, que aunque está siempre bañada en luz por la cúpula de cristal quela recubre, es enteramente de roble rojizo, o caoba, no lo sé, nunca logro acordarme. Tiene altísimas estanterías, comodísimos sillones, una gran ventana frente a una butaca de terciopelo rojo con cojines suaves de pelo y plumas. Y por allí siempre ronda Angelo, mi bibliotecario. Es alto, más que yo, y esbelto, tiene el cabello de color miel y los ojos como el cielo sin nubes, siempre me guarda una sonrisa y un beso y me hace cosquillas en la nuca mientras leo, me roba las gafas de leer sólo para que vaya tras él o me quita uno de los zapatos y lo esconde en algún rincón de la casa.
En la parte delantera de mi casa hay una pastelería. Es mía, y también es perfecta. Tiene vitrinas y expositores de cristal, y los estantes están siempre a rebosar de dulces. Calo enseguida a la gente y siempre sé lo que les conviene, así que sin que me digan una palabra sé si quieren chocolate blanco o negro o con leche o con almendras o con una pizca de pimienta, caramelo o praliné. Y sé si quieren galletas, bombones, una tarta o un cruasán. Y es que yo preparo de todo.  Cocino un pastel llamado Montblanc, que es de nubes, leche condensada y azúcar glass. También cocino otro llamado Ireland, que es un pastel en forma de montaña, y es de chocolate y menta, que parecen tierra y hierba. También cocino uno azul llamado Lluvia que sabe a agua ligeramente salada y a arándanos y cuando le pegas un mordisco es como si mordieras un fruto jugoso, y un líquido suave te resbala por los labios. Cocino macarons de todos los tipos y colores, e incluso cocino tartas a las que le doy la forma que el cliente quiere; un libro abierto, una taza de café, una mariposa, una cámara de fotos, incluso unas iniciales. Y preparo unas tostadas riquísimas, con rebanadas de pan muy gruesas, doradas y calentitas, cubiertas de mantequilla que se derrite en segundos y mermelada de albaricoque, melocotón y frambuesa. Y cocino churros, tortitas y napolitanas de jamón y queso y chocolate, que normalmente acompaño de una taza de chocolate caliente con una buena capa de nata y una nubecilla dentro. Y hago el mejor café del pueblo, aunque aquí todos somos muy dulces y preferimos el chocolate. Horneo pan, magdalenas y hago creps, cocino pequeñas delicias japonesas y preparo jugo de bayas —elixir, me gusta llamarlo— y zumo de menta. También espolvoreo hojas trituradas de menta, cacao en polvo y un poquito de pimienta sobre un vaso de leche caliente, y al removerlo sale algo llamado India. Hago compotas de limón, fresas y pomelo, y las guardo en tarros tapados con un trozo de tela a cuadros rojos y blancos o azules y blancos, depende de los gustos del cliente, y la ato con un lacito rojo o azul, a juego. También cocino unas buenísimas pizzas de dulce de leche y chocolate blanco, pero sólo los más valientes se atreven aprobar su dulzor. 
Y todo eso es en invierno, porque en verano, cuando hace demasiado calor para preparar algunos dulces —se derretirían— hago helados. Helados de leche con virutas de chocolate blanco, negro o con leche, que yo llamo Dálmata; un helado de nata con algo de leche condensada fría por encima, llamado Nieve; incluso uno tan sólo de chocolate (cualquier variedad de chocolate) con sus respectivos nombres: Espuma (blanco), Ébano (negro) y Edén (con leche). También preparo uno llamado Verano, que es de limón y está recubierto de un montón de virutas de colores, además de una perla dorada de azúcar que simboliza el sol. (Además, este helado está siempre rebajado en el mes de Agosto, que es cuando más calor hace. Pasa devaler dos euros a uno con veinte). Otro de los helados que más se venden es el de fresa. Es totalmente rosa, con trocitos de chocolate como si fueran las pepitas de una fresa de verdad, y como si fuera un sombrero, una corona verde de pasta de azúcar recubre la bola de helado en forma de corazón. Se llama Nenúfar y es muy popular entre los niños y niñas del pueblo, y ya que se lo compran siempre con sus ahorros, les suelo cobrar tan sólo un euro, pero casi siempre me dan una propina de cincuenta céntimos más, si es que llevan suelto encima. Aparte de ese helado uno de los más populares es París. Es de naranja, pero dentro lleva una varilla de praliné, como si fuera la Torre Eiffel, y está decorada con pequeñas borlas de caramelo. También está Océano, que es azul con motas marrones, de café. En realidad es azul porque le echo un colorante turquesa al helado de crema, pero a la clientela le gusta igualmente. Pero mi favorito es, sin duda, Invierno. Está constituido por una bola de helado de crema, teñido por completo (incluso interiormente) de color azul marino. Por fuera se recubre de chocolate blanco, creando una capa limpia como la nieve, y por último, se le añade un pequeño chorro de lágrimas de diamante, que es una crema de un caramelo especial, de color blanquecino brillante, como plateado. Se deja que resbale por encima y caigan gotas, cubriéndolo poco a poco, y después le pegas un mordisco y ves que por dentro es oscuro como la boca del lobo. Aparte de esos helados “especiales” y otros tantos, están los típicos sabores que pueden formar parejas, tríos o grupos de cuatro o más; chocolate, limón, fresa, naranja, menta, stracciatella, coco, vainilla, praliné, trufa… Estos se venden un poco menos, pero como son baratos y no me cuesta nada elaborarlos, consigo acabar el verano sin que no me quede ni uno solo.
Aunque los niños tengan colegio, en mi pueblo es fiesta todos los días. En la plaza de piedra, cerca de la herrería y una de las posadas —es un hotel, pero tan pequeño que es mejor el término “posada”— se unen cables entre las casas de alrededor y se cuelgan luces y trozos de tela pintada que cualquiera puede decorar, formando un techo con la telaraña de colores que se encienden en cuanto se pone el sol. Después, los que tienen buena mano con los instrumentos empuñan sus armas y, si al coro le place —o más bien, si no han tomado demasiado helado como para que se les hayan congelado las cuerdas vocales—cantan canciones hermosas. Y el resto bailamos, a veces, alrededor de una gran hoguera. A las diez todos los niños se van a la cama para que al día siguiente puedan acudir al colegio a las nueve de la mañana, sin pasar demasiado sueño. Los ancianos suelen marchar hacia las once u once y media, y los jóvenes, que son suficientemente mayores como para no ir a clase, pero demasiado jóvenes como para haberse cansado de la fiesta todavía, siguen bailando hasta las doce o la una.
Todos los días me levanto a las siete. A esas horas hay poca gente despierta, y paseo libremente por las calles empedradas, a veces descalza. En mi pueblo nadie tira cosas al suelo y todos andamos sin zapatos y sin temor a hacernos daño. A las siete y diez llego a la panadería y compro dos hogazas; una para mí y otra para mis vecinos, una pareja agradable de ancianos con los que como todos los martes (aunque todos los días les llevo el pan). Yo misma podría elaborar las hogazas, pero mi pan es algo más caro, para ocasiones especiales, y el de cada día todo el pueblo se lo compra al panadero. Como éste es muy simpático y siempre tiene algo que contar, me quedo hablando con él hasta que los primeros madrugadores despiertan y llegan a la panadería. Entonces, a las siete y veinte, me despido de todos y voy al puerto. Allí siempre está un amable pescador de pelo canoso que acaba de traer mercancía del lago. Como todos los días saco de mi bolso beige un botecito con las sobras del chocolate de ayer, él me reserva el mejor pescado, así que hoy me entrega un ejemplar plateado con grandes escamas envuelto en un grueso plástico tan blanco como mi vestido. Yo me lo guardo en el bolso, y a las ocho menos veinticinco acudo a la floristería. Allí cada día compro una flor distinta, para decorar el jarrón de cristal que me regaló una vez el artesano del pueblo. Hoy me siento llena de energía, así que compro seis rosas rojas —mi número de buena suerte— y las llevo en la mano hasta mi próximo destino; la carnicería. Llego a las ocho menos cuarto y salgo diez minutos después con dos piezas de carne suficientes para dos días (así voy a la tienda un día sí, un día no). Entonces entro a la frutería, que está enfrente, y a las ocho salgo cargada con una bolsa llena de pomelos, bayas, fresas y frambuesas para mí, porque no han inventado más piezas de fruta que me gusten. Sin embargo también compro naranjas, limones, coco y arándanos, porque tengo que elaborar mis helados con alimentos de calidad. A las ocho y diez vuelvo a casa pasando por delante de La Granja, donde mis abuelos llevan su negocio de compra y venta de mascotas y ganado. Yo normalmente sólo paso a saludarles, pero un día les compré un cachorrito fruto del cruce entre un lobo y una perrita. Es un cachorro de pelaje tan blanco como mi pastel Montblanc, y de ojos de un hielo azulado, así que le llamé Blues.
Cuando llego a mi casa ordeno la compra y me permito un pequeño desayuno con Angelo a base de chocolate caliente y tostadas, para recuperar las fuerzas que he perdido caminando y cargando bolsas. Cuando todo está en orden me pongo el delantal de color marfil que me regaló mi madre y empiezo a preparar los dulces que más se venden y que se gastarán enseguida, y por si acaso también cocino algunos menos solicitados. Aunque en teoría el negocio lo abro a las nueve, quince minutos antes ya están los primeros clientes dentro de mi tienda, normalmente los niños que quieren llevarse algún pastelito al colegio para almorzar. Y al que primero me compra algo, le regalo otra unidad de lo que ha elegido, como premio. Cuando las madres y los padres de las criaturas se enteraron de que sus hijos se llevaban dos artículos por la mitad, me insistieron en pagarme todo lo que había regalado, y como yo no cedí, me compraron una hucha de lata con un collage casero de fotografías de cosas bonitas (atardeceres, montañas, dulces, sonrisas, animales) y lo colocaron en mi mostrador, al lado de la caja registradora. Así, casi siempre que me compran algo, añaden una pequeña propina y la meten en la caja. Lo que no saben es que cuando la hucha se llena, cuento el dinero que hay y con eso compro los materiales necesarios para elaborar galletas con chocolate que reparto por todo el pueblo.
A la una, cuando termino de trabajar, me voy a comer. Cuando es martes, en casa, con mis vecinos; y el resto de los días, en casa de mis padres, o en Isla Tortuga, la taberna del pueblo, junto con unos amigos; o si no, en mi propia casa, junto a Angelo y Blues. Después, a las tres, reabro la pastelería y atiendo a los clientes hasta las seis. A veces Angelo tiene que ayudarme y hacer de cajero mientras yo cocino, porque algunos días mi pastelería está a rebosar. Entonces, cuando ya no queda nadie, coloco el cartel de “¡Mañana habrá más sonrisas de caramelo! (:”,subo al piso de arriba a ducharme y me visto todavía con el pelo húmedo. Me pongo unos shorts vaqueros, una camisa blanca, sandalias marrones y una chaqueta fina—porque hace fresco por la noche—, y salgo por ahí con Angelo, que ha estado hasta entonces leyendo solo y ordenando mis libros, en la biblioteca. Normalmente vamos a la Casa del Té, donde sirven infusiones de todo tipo. Yo siempre elijo la de jazmín, menta y rosas, pero Angelo prefiere la de té negro y manzanilla. También a veces tomamos algo en Isla Tortuga, porque siempre hay un grupo de personas que se sube a una mesa a bailar (yo entre ellas, siempre que no lleve un vestido). Entonces Angelo me invita a cenar a su casa, la bonita casa victoriana de dos pisos. Cenamos, pasamos por mi casa para coger el postre y nos llevamos a mi muelle a Persia, mi tarta en forma de lirio color atardecer, perlado de gotas de azúcar, que hacen las veces de rocío. Cuando acabamos él me sonríe y me besa como si fuera la primera vez, me contagia a los labios la sonrisa y el sabor de chocolate y naranja de Persia. Entonces vamos al centro del pueblo de la mano, y bailamos con los demás, bebemos un poco de whisky, pero como es demasiado fuerte para mí, alguien termina consiguiéndome un vaso de agua para aclararme la garganta, y un bollo de azúcar para quitarme el gusto a alcohol del paladar. Cuando se extingue el fuego y la luna se va a dormir,  Angelo y yo volvemos a casa, nos metemos en la cama, y entre sueños esperamos la llegada de un nuevo día.
Así era mi vida. Perfecta. Hasta que morí.

Kirtashalina

lunes, 27 de febrero de 2012

Fin de una época, principio de otra

¡Buenas a todos!

Hacía mucho que no publicaba ninguna entrada, y me entristece que sea esta la que tenga que publicar yo. Pero vaya, pensándolo mejor, es un orgullo hacerlo. ¿Por qué? Porque este es el fin de Palabras, papel y tú. Pero no, el blog no se cierra, ¡ni mucho menos! Aún nos queda mucho por escribir a los tres administradores, muchas letras, muchas líneas y muchos párrafos.

Ante la falta de visitas, correos y demás, los administradores hemos decidido cambiar el rumbo del blog. A partir de ahora seremos nosotros tres los que redactemos las entradas con nuestras historias, opiniones, críticas y demás. Esperemos que no nos abandonéis, y que sigáis leyéndonos; nuestro blog será vuestro siempre =)

Me apena que esto no haya funcionado, pero era una apuesta muy arriesgada, la verdad. Pero, vaya, personalmente, ha sido una experiencia increíble. Vale, quizá no hayamos tenido muchísimas visitas, quizá no le haya interesado ni a la cuarta parte de la gente que lo ha visto. Pero, dejadme deciros algo, yo no os cambiaría por veinte mil visitas de gilipollas. Muchos, que nos leéis desde que empezamos, siempre nos habéis pues una buena cara, y nos habéis apoyado en este pequeño proyecto. Y eso significa mucho para nosotros (cuando digo esto hablo por los tres).

Pero, joder, no vamos a ponernos tristes. Este blog, para mí, ha sido una gran caja de sorpresas. He conocido gente muy interesante, que merece la pena. Nunca en mi vida me habría llegado a imaginar, que gente que conozco en persona llegara a escribir de tal manera. Véase el ejemplo de Lorena Vilariño, un persona increíble, la cual nos emocionó a todos con sus maravillosos textos, y la cual nos ha apoyado desde el comienzo del blog. Ella es un ejemplo, y la pongo porque la conocía de vista; nunca había llegado a hablar con ella, pero al hacerlo me he dado cuenta de que es una persona increíble.

Pero habéis sido todos vosotros los que habéis conseguido treinta suscriptores y mil cuatrocientas y pico visitas al blog. Darle las enormes gracias a:

 
Lorena Vilariño, Paulamoustache, Escritora te hechizará, Rebeca, Kirtashalina, Nanna Doyle, Lisbeth Brewster, Elenna, Celia Cañete, Claire Miller y Ana Lucía.

 
Gracias a todas vosotras, las que nos habéis enviado vuestros textos y por lo que este blog ha podido funcionar, aunque sea por un breve periodo. Con las que he podido hablar un poco más a fondo, deciros que sois un encanto, y espero que vuestros blogs tengan mucho éxito.
¡Y por supuesto! ¡Muchísimas gracias a todos los lectores que habéis gastado vuestro valioso tiempo en Nosotros! Sin vosotros, esto tampoco habría sido posible.

Y, por ultimo, y no menos importante, como suelen decir, gracias a mis dos compañeros, Clara y Miguel. Sois increíbles, ya os lo he dicho mil veces. Este blog, en el caso de Clara, nos ha unido mucho más, y nos ha brindado la oportunidad de tirarnos hasta las seis de la mañana como jodidos gilipollas descojonándonos de nuestras gilipolleces.
Aquí os dejo todos los blogs (en el correspondiente orden en el que he puesto los nombres) de todas las que nos han mandado un trocito de sus textos.


(Rebeca no tiene blog)







Y con esto termino. Deciros que terminaremos de publicar los correos que nos quedan, y, una vez ahí, empezaremos a publicar textos propios. Así que, a ritmo de Shine On de Gamma Ray, canción que estoy escuchando y me está inspirando a escribir ahora mismo, me despido de vosotros.

¡MIL GRACIAS A TODOS!


                                                                                                                              Admin.: David Plaza

lunes, 20 de febrero de 2012

El crepitar del fuego

Sentimos haber tenido el blog tan muerto últimamente, todo culpa de David y Miguel!:P:P:P jajajja no, en serio, lo sentimos:( Pero es que como veíamos que nadie comentaba nada y que el blog está un poco así pues... muerto y tal... no sé, a ninguno nos vinieron las ganas de publicar.

Y es que, de verdad, para que esto funcione os necesitamos a vosotros, si no... la cosa pinta bastante mal...

Por cierto, el concurso queda cerrado, porque no recibimos apenas escritos de nadie, lo siento:'(

Aviso: Si el blog sigue así, dejará de ser comunitario y lo haremos nuestro. Lo siento por las personas que nos han enviado cosas y se han molestado en hacerlo, pero es que esto no marcha. Así que... o vemos que algo cambia, o, si esto que estoy diciendo no sirve de nada, lo cerraremos para publicar solo nosotros, como hemos dicho.

De verdad que Nosotros queríamos hacer un blog comunitario para provecho de todos, pero claro, vuestra participación es imprescindible;)

Así que queda dicho esto... y, bueno, qué decir del siguiente texto... que lo ha escrito Lorena Vilariño, una chica que, con este, ya lleva tres textos enviados, lo cual es bastante halagador, en serio! Nos gusta la gente así, que se muestre... activa y no pasiva.

Que no os estoy echando la bronca ni mucho menos, si esto es por vosotros y además nadie está obligado a nada, y, por supuesto, muchísimas gracias a todos los que han participado enviándonos cosillas. Ya sabéis que cualquier cosa estamos dispuestos a publicarlo=)

Así que nada... este texto es bastante...¿impactante? xD No sé qué otra palabra utilizar. Contiene erotismo homosexual, y la verdad es que no nos esperábamos encontrar este tipo de textos para publicar, pero, tal y como dijimos, los aceptamos como a cualquier otro:) Muy valiente la autora por intentar expresar este tema y con tal éxito.

Y ahora... a leer todos! Y a comentar, que siempre se agradece:P

 

Admin.: ClaryClaire



EL CREPITAR DEL FUEGO


-Tranquilo- Dijo Jon dirigiéndome hacia las mantas puestas delicadamente en el suelo frente a la gran chimenea, para sentarme.

-Estoy tranquilo.

Le cogí la mano y la besé empezando en la muñeca y terminando en los nudillos. Cada suspiro suyo, llevaba mi juventud y mi inocencia. Me acarició  lentamente la sien. Estaba algo asustado, pero tenía muchas ganas y me dejaba llevar con una gran vehemencia.

-¿Has estado con más chicos?- Pregunté mientras me desabrochaba los botones de la camisa.

-No. Sólo contigo.-Me miró sonriente con los ojos iluminados por el fulgor del fuego y se acercó tranquilamente hacia mí. Notaba su respiración, lenta y caliente, en mis pómulos.

Puso su dedo índice en mis labios, y los acarició apaciblemente. Empecé a desabrocharle la camisa, aquella que tanto me gustaba por su tacto suave, y tiré de las mangas para zafarle de ella. Su pecho, fuerte y de un tono tostado, se elevaba y bajaba despacio ha cada bocanada de aire que daba Jon Retiré su mano de mi cara, y me agache un poco para besarle el tórax. Adoraba su olor, el tacto de mis labios contra su piel, sus resplandecientes gotas de sudor debidas a la excitación del momento. Apoyaba mi rostro con fuerza sobre sus hombros y respiraba, le respiraba profundamente. Me acarició el pelo y con una gran fuerza pasional me echo para atrás, tumbándome por completo boca arriba.  Se sentó encima de mi cintura, apoyándose con los pies en la superficie para no hacerme daño. Se aproximó a mi frente y la besó, haciendo lo mismo con la nariz, mejillas, boca y finalmente cuello. Me produjo una gran ráfaga de placer. Cerré los ojos y entreabrí los labios. Una oleada de sudor frío se apoderó de mi cuerpo.

-¿Te gusta?-Dijo Jon al ver mi rostro.-Te palpita muy rápido el corazón.

Asentí con la cabeza entre exhalaciones aceleradas.

Bajó las manos y las metió por dentro de mi camisa, que tenía unos cuantos botones desabrochados. Empezó a acariciarme el pecho y la cintura y poco después me la había quitado y la había tirado a un lado de la estancia. Mi figura pálida y endeble reposaba ardiente entre las mantas. Empezó a descender hacía mis pantalones. Puso las manos en mi bragueta y la desabrochó rápidamente, bajándome los pantalones hasta las rodillas. Entonces sí empecé a ponerme nervioso. Colocó la mano en mis ingles. Mi cuerpo respondió de una manera que creía que no haría. Le agarré la mano y le paré en seco.

-Tranquilo, Boy. Sé lo que hago. No te haré daño…-Me miró tiernamente.

Le observe perplejo.

-Lo sé. Confío en ti.

Le dejé continuar.

Conforme pasaron los minutos me había desprendido totalmente de mi atuendo, tanto él como yo. Besaba cada centímetro cuadrado de mi mortecina piel. Acariciaba con dulzura mis muslos. Olía mi cabello, largo y oscuro. Y se deleitaba viendo mis gestos y expresiones. Se tumbó sobre mí y con su ayuda me día la vuelta para ponerme boca abajo. Contemplé el fuego, tan ajeno a nuestros cuerpos jóvenes y desnudos.

-Ahora vengo- Dijo Jon besándome la espalda.

-Vale. ¡No tardes!- Grité  mientras desaparecía por la puerta.

Me senté y me arropé con las gruesas mantas y me atusé el pelo. Me pregunté si tendría el maquillaje movido, o sí le gustaba físicamente a mi compañero. Oí pasos procedentes del pasillo y me imaginé que Jon se acercaba.  Me tumbé de nuevo tapándome desde el ombligo hasta los pies.

-Has tardado mucho…-Le dije pícaro y sonriente.

-Bueno…la espera…compensa.

Me empujó hacia atrás y volvió a retomar la situación girándome de nuevo. Me levantó la cadera hacia arriba, haciendo que apoyara las manos y las rodillas, únicamente, sobre la colcha. Me palpó las nalgas y acarició con la lengua cada una de mis vertebras y me tomó. Cada impulso era rítmico y placentero, y nada que ver con lo que yo pensaba que era. Cada vez que me empujaba con fuerza, una chispa se encendía en mi cerebro. Apretaba los dientes contras los labios inferiores, y fruncía el ceño, me deshacía en deleite. Y mi cuerpo ahora ardía en deseos de tenerle dentro. Las exhalaciones ahora más acompasadas se volvían cada vez más profundas. Empecé a gemir, intentando contenerme para que no se me oyera mucho, me percaté entonces de que al que realmente se le oía era a Jon que parecía disfrutar de mí plenamente. Su sudor caía en mis piernas y en mi espalda y resbalaba con fluidez.

Me desperté arropado, girado hacia la izquierda. El fuego, que fue testigo del deseo que mostramos, se había apagado y en la habitación se reflejaban los rayos del sol que entraban cálidos por la ventana. El brazo de Jon reposaba tranquilamente en mi pecho. Notaba su respiración, profunda y apacible, en mi nuca. Acaricié, alegre de tenerle a mi lado, su mano y la besé. Me di la vuelta. A la luz de la mañana estaba más guapo que nunca. Dormía junto a mí, parecía que nada le despertaría. Le aparte el flequillo de la frente y le acaricié. Acerqué mi cara a la suya todo lo que pude y susurré:

-Te quiero.

Cerré los ojos y me sumí en un profundo sueño del que no quería despertar nunca.

Lorena Vilariño

domingo, 5 de febrero de 2012

Lüthien


¡Hola de nuevo!

Aquí os dejo con el relato que nos manda Claire. Lento y sensual, pero también acelerado y apasionado. Analiza en él la autora el conflicto entre la pasión y la razón, el dilema entre dejarse llevar o echar el ancla y pararse a pensar.

Os recordamos que todavía está abierto el concurso, y os animamos a participar en él. ¡Podéis conseguir un buen número de visitas a vuestro blog, para que vuestras historias lleguen a más personas!    



                                                                                                                                       Admin.: Miguel








                                                           



                                                        Lüthien




Sus caricias me erizaban la piel; haciéndome sentir bien, tranquila. Podía notar el calor de su ternura, rozando mis pómulos con suaves besos.


No era la primera vez que me besaban de aquella manera, pero… era diferente. Me sentía cubierta de un aura de afecto. ¿Mutuo? No me había planteado algo serio con él, pero aquella sensación de seguridad me gustaba. Mucho.


Me rodeó con sus brazos, y mi rostro quedó escondido en su pecho. Su aroma me envolvió. Tuve que respirar profundamente para llenarme los pulmones de él; era delicioso. Cerré los ojos y expiré lentamente. Sus labios rozaron mi oído y me hicieron estremecer cuando noté pequeños mordisquitos en la parte inferior.


¿Qué quería de mi? Si es que buscaba algo… o simplemente quería pasarlo bien. Aunque no le veía como esa clase de persona; buscando sólo diversión y nada más. Pero… si no era así, y buscaba algo de verdad, ¿qué se suponía que tenia que hacer yo? No sabía si yo también quería lo mismo que él. O simplemente el hecho de sentirme tan bien con él en esa situación me bastaría. Pero, ¿le haría daño si continuaba?¿Debería separarme?


Sus labios se deslizaron por mi cuello, lamiéndolo con delicadeza; su lengua dibujaba pequeños círculos y hacía presión sobre mi piel.


Se me nubló la mente por un segundo. Pero no podía dejarme llevar sin pensar en las consecuencias. ¿Pero y si él solo quería diversión? Quizás ya no era el Mick que conocí hace demasiados años, y había cambiado de parecer. O quizás no le importaba que yo no tuviera claro lo que quería en ese momento… y difícil me ponía lo de pensar en una situación así.


Se separó de mí dejando que el aire refrescara su rastro. Yo aún tenía los ojos cerrados, analizando cada sensación que recorría mi cuerpo. Frenándome de cometer alguna estupidez.


-¿Lüthien?-susurró.


Abrí los ojos lentamente, y lo miré con deseo. Sí, deseo. Lo deseaba en ese momento. Quería dar un paso y lanzarme a sus labios, tirarlo en la cama y pedirle que… ¡Ya!


-¿Si?


Tenia que haberse dado cuenta de cómo le estaba mirando porque suspiró y se mordió el labio, negando levemente con la cabeza. ¿Se estaba resistiendo él también?


Pestañeé; sin apartar la mirada.


¿Qué tenía que hacer? Sentí calor en todo mi cuerpo, me nublaba la mente. No me dejaba pensar. Quería actuar. Ahora. Pero, ¿y las consecuencias?
Quizás debiera dejar de pensar demasiado...


Me lancé a él y me fundí en sus labios. Tanto tiempo deseándolos que ahora no podía ni pararme a degustar sus besos, pero no pareció importarle demasiado. Me tomó de la cintura para estrecharme a él y segundos después tirarme a la cama. Cada vez estaba más segura de que Mick había cambiado, y no estaba nada mal...




                                                                                                                                 Claire Miller