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martes, 27 de diciembre de 2011

“Mrs.Lovett: The legend”. FINAL 3

¿Qué hay, gente? Muchas gracias a todos los que os habéis molestado en pasaros por el blog y, también, muchísimas gracias a los que nos habéis mandado cosas para publicar:) Esto es algo que a los otros dos admin. y a mí nos hacía bastante ilusión, así que espero que salga bien=D

Bueno, pues ya tenemos algo que colgar de la primera persona, una chica, que nos envió ayer el primer escrito.

La autora quiere aclarar algunas cosas:


"Me he documentado sobre Mrs.Lovett. Acerca de la leyenda de verdad, no de la película. Hay muchos escritos sobre Sweeney Todd, pero ninguno sobre la mujer. De la que, por cierto, se sabn más cosas. Porque eso de "El Barbero diabólico" hay pruebas de que existió realmente. Trato de reencarnar, de dar vida, a la parte que quedo en la sombra de la leyenda. Y en mi libro escribo desde su infancia. Por ejemplo, Mrs.Lovett, Nellie, tenía un hermano que murió de tuberculosis, su padre le pegaba, su madre murió poco después que su hermano pequeño, etc. No trato de plagiar, solo escribo la vida de la compañera porque me parece injusto que jamás le hayan dado mucha importancia. ¡Jamás plagiaría a la persona que más admiro: Tim Burton! "

Así que este es su escrito, el final de una de las novelas que está escribiendo.

Espero que le guste a tod@ aquel que lo lea!!:)


Admin.: ClaryClaire





“Mrs.Lovett: The legend”. FINAL 3

No  eran más de las ocho cuando  supimos que la policía venía hacia la panadería. Los vecinos   se  asomaban esperando  ver  como  bajaban del carruaje  y  se  metían en nuestro establecimiento.

-Señor, Todd, ¿Qué hacemos?

Su mente calculadora y veloz intentaba analizar la situación   y trazar un plan de huida. Pero a no mucho tardar los centinelas entraron.

-¡Corre!-Exclamó al fin-¡Baje  al horno y quédese allí quieta hasta que yo vuelva a recogerla!

-Y usted, ¡¿qué hará?!

-No me pasaré la vida ocultándome. Yo lo solucionaré.

Nos miramos preocupados unos segundos  y  corriendo  le  hice  caso. Cogí las llaves  y  bajé  por  las  escaleras  que  salían  desde el salón. Era un pasillo  estrecho y  algo oscuro. Enfrente de la puerta  tanteé el llavero  buscando  la  llave  correcta  para  abrir la pesada  y  fría puerta  metálica. Al fin la abrí  y  entré a  la calurosa y reducida  habitación. Sólo estaba iluminada por un horno  grande  y  aparatoso. El ambiente  era  muy seco  y  olía  bastante  mal  debido  a  lo  que  ahí se horneaba. Me  tiré  en  el suelo  y  apoyé  la  espalda  en  la  pared. ¿Estaría  bien  allí  arriba él solo? Deseaba que se librara pronto de la policía y me viniera a buscar  para poder sentirme aliviada.

Irremediablemente,  empecé  a  pensar  en  las  consecuencias  que  habría  ahora tras  nuestros  actos  y  prorrumpí en  un  estrepitoso  llanto  que duró mucho tiempo. Media hora más tarde después de haberme desahogado   y sumida en  una profunda  soledad, me levanté del suelo algo desfallecida. Abrí de nuevo la puerta  y cruce el umbral,  estaba segura de que el señor Todd no regresaría en mi busca. La casa  estaba completamente  vacía  y  totalmente en calma, lo contrario que en la calle, pues  el gentío alborotado  gritaba, insultaba  y daba sus opiniones a la ligera. Salí  a  la calle  y  me  infiltré  entre la gente. Podía  oír  sus  exigencias de  que Todd fuera  ahorcado. Corrí  deprisa  hacia  los  calabozos, pero me  resultaba arduo, pues  el corsé me apretaba  y  las  botas   de  tacón  me  hacían daño en los tobillos. Me desprendí del calzado   y,  más ágilmente,  emprendí de nuevo la marcha. Cuando  llegué, me situé enfrente del carcelero  y le pregunté  entre  lágrimas:

-¿Sería tan amable de dejarme pasar?

Me miró los pies descalzos  y,  al darse cuenta de mi  estado  de ánimo,  lanzó una mirada  huidiza  y  se  echó  a  un  lado, dejándome  la entrada despejada. A un paso tranquilo  me  encaminaba  por los pasillos  silenciosos, secándome las lágrimas con las manos,  veía  a  los  presos  mirarme  con  cierto deleite. Según andaba mirando todas las celdas  de reojo, uno de ellos me agarró del vestido y soltó  una breve carcajada, pero me  aferré  a  las  faldas  y  tiré de ellas  haciendo que me soltara  de  una  vez. Caminé deprisa. Y por fin divisé la celda del señor Todd. Exhalé  un  breve  suspiro para darme fuerzas  a  afrontar tal desdicha  y  agarré  los  barrotes.

-Señor Todd. ¿Está bien?
Levantó la mirada del suelo  y  agarró los barrotes  helados desde el otro lado.

-¿Qué hace aquí? ¡Tenga más cuidado o la descubrirán!
Permanecimos  en silencio durante  un largo tiempo.
-¿Cuándo…? ¿Cuándo le llegará el momento de…?
-Mañana al amanecer.

Intentando evitar  llorar delante de él me  llevé la mano a la boca y me di la vuelta.

-¿Señora Lovett? Estará  bien, salga de esta ciudad  y  olvídese   de lo  sucedido.

-Lo que a mí me pase ahora da igual.-Volví a agarrar  con fuerza los barrotes. -¿Por qué no ha dicho que yo actué como su socia?

Me  miró, coló la mano por un agujero entre las rejas y me acarició la cara lentamente. Fue la primera y última vez que vi  cariño y calor en su mirada. Coloqué mi mano encima de la suya que ahora estaba parada en una de mis frías y pálidas mejillas, y cerré los ojos.
Al  amanecer la gente  se  agolpaba en la plaza mayor, el señor Todd esperaba serio su hora  frente  al verdugo, con la soga ya  atada al cuello. Me infiltré rápidamente  entre  la  muchedumbre  y  asustada  corrí lo más cerca de él que pude. Pero  no  paraban  de  darme  codazos  y  empujones. Quería decirle  que  le  quería, quería que lo supiese antes  de  que todo aquello  sucediera, pero no  llegué a tiempo  y  cayó al cruel y solitario vacío.
Permanecí tirada delante de él largas horas, contemplaba la imagen de su sombra proyectaba ante el suelo como si fuera otra persona, mi cerebro no asimilaba lo ocurrido.

Cuando  llegué  a  casa  subí a  su  barbería  y  contemplé  melancólicamente   sus instrumentos rutinarios. Sus libros, su chaqueta colocada delicadamente en el sillón  y  sus navajas de  afeitar.

Este último  utensilio me dio una brillante  idea, ya sin fuerzas  y sin él… ¿Qué iba a hacer yo sola? La amargura  y  la  desesperación me comían por dentro como si de termitas se tratara. Así que alargué el brazo  y sin más dilación,  me adueñé de una de las afiladas y plateadas cuchillas. Y la apliqué con saña sobre mi frágil muñeca.
Mi cuerpo  fue encontrado  una semana después. Mi sangre  se  esparcía  por lo que algún día creí que sería  nuestro hogar, la navaja  se encontraba posada y en reposo sobre  mi mano izquierda, mis pupilas parecían no quitarle la vista  de  encima. Ahora,  desde  donde me encuentro, no siento ningún dolor, recuerdo  cada momento, cada insignificante detalle  y  sé que jamás podré  olvidarle.



Lorena Vilariño

4 comentarios:

ClaryClaire dijo...

Ya sabes mi opinión, a mí me pareces una valiente al estar escribiendote una novela basada en hechos reales de la cual te estás documentando.
Impresionante para gente joven, como yo misma, por ejemplo.
Un besazo, espero que tu texto tenga éxito:)

Paula dijo...

Simplemente, sin palabras, así me he quedado. ;)

Lorena Vilariño dijo...

Muchas gracias. Tengo que mandaros un link de mi blog de opinión para que lo publiqueis y lo vea la gente. ;)

pizarro1907 dijo...

un angel caido del cielo mortal esperando convertirse en la sombra de sus pasos, esta tan cerca de convertirse en un ser terrenal que yo en un ser artificial. asi era no?