¿Qué hay, gente? Muchas gracias a todos los que os habéis molestado en pasaros por el blog y, también, muchísimas gracias a los que nos habéis mandado cosas para publicar:) Esto es algo que a los otros dos admin. y a mí nos hacía bastante ilusión, así que espero que salga bien=D
Bueno, pues ya tenemos algo que colgar de la primera persona, una chica, que nos envió ayer el primer escrito.
La autora quiere aclarar algunas cosas:
"Me he documentado sobre Mrs.Lovett. Acerca de la leyenda de verdad, no de la película. Hay muchos escritos sobre Sweeney Todd, pero ninguno sobre la mujer. De la que, por cierto, se sabn más cosas. Porque eso de "El Barbero diabólico" hay pruebas de que existió realmente. Trato de reencarnar, de dar vida, a la parte que quedo en la sombra de la leyenda. Y en mi libro escribo desde su infancia. Por ejemplo, Mrs.Lovett, Nellie, tenía un hermano que murió de tuberculosis, su padre le pegaba, su madre murió poco después que su hermano pequeño, etc. No trato de plagiar, solo escribo la vida de la compañera porque me parece injusto que jamás le hayan dado mucha importancia. ¡Jamás plagiaría a la persona que más admiro: Tim Burton! "
Así que este es su escrito, el final de una de las novelas que está escribiendo.
Espero que le guste a tod@ aquel que lo lea!!:)
Admin.: ClaryClaire
“Mrs.Lovett: The legend”. FINAL 3
No eran más de las ocho cuando supimos que la policía venía hacia la panadería. Los vecinos se asomaban esperando ver como bajaban del carruaje y se metían en nuestro establecimiento.
-Señor, Todd, ¿Qué hacemos?
Su mente calculadora y veloz intentaba analizar la situación y trazar un plan de huida. Pero a no mucho tardar los centinelas entraron.
-¡Corre!-Exclamó al fin-¡Baje al horno y quédese allí quieta hasta que yo vuelva a recogerla!
-Y usted, ¡¿qué hará?!
-No me pasaré la vida ocultándome. Yo lo solucionaré.
Nos miramos preocupados unos segundos y corriendo le hice caso. Cogí las llaves y bajé por las escaleras que salían desde el salón. Era un pasillo estrecho y algo oscuro. Enfrente de la puerta tanteé el llavero buscando la llave correcta para abrir la pesada y fría puerta metálica. Al fin la abrí y entré a la calurosa y reducida habitación. Sólo estaba iluminada por un horno grande y aparatoso. El ambiente era muy seco y olía bastante mal debido a lo que ahí se horneaba. Me tiré en el suelo y apoyé la espalda en la pared. ¿Estaría bien allí arriba él solo? Deseaba que se librara pronto de la policía y me viniera a buscar para poder sentirme aliviada.
Irremediablemente, empecé a pensar en las consecuencias que habría ahora tras nuestros actos y prorrumpí en un estrepitoso llanto que duró mucho tiempo. Media hora más tarde después de haberme desahogado y sumida en una profunda soledad, me levanté del suelo algo desfallecida. Abrí de nuevo la puerta y cruce el umbral, estaba segura de que el señor Todd no regresaría en mi busca. La casa estaba completamente vacía y totalmente en calma, lo contrario que en la calle, pues el gentío alborotado gritaba, insultaba y daba sus opiniones a la ligera. Salí a la calle y me infiltré entre la gente. Podía oír sus exigencias de que Todd fuera ahorcado. Corrí deprisa hacia los calabozos, pero me resultaba arduo, pues el corsé me apretaba y las botas de tacón me hacían daño en los tobillos. Me desprendí del calzado y, más ágilmente, emprendí de nuevo la marcha. Cuando llegué, me situé enfrente del carcelero y le pregunté entre lágrimas:
-¿Sería tan amable de dejarme pasar?
Me miró los pies descalzos y, al darse cuenta de mi estado de ánimo, lanzó una mirada huidiza y se echó a un lado, dejándome la entrada despejada. A un paso tranquilo me encaminaba por los pasillos silenciosos, secándome las lágrimas con las manos, veía a los presos mirarme con cierto deleite. Según andaba mirando todas las celdas de reojo, uno de ellos me agarró del vestido y soltó una breve carcajada, pero me aferré a las faldas y tiré de ellas haciendo que me soltara de una vez. Caminé deprisa. Y por fin divisé la celda del señor Todd. Exhalé un breve suspiro para darme fuerzas a afrontar tal desdicha y agarré los barrotes.
-Señor Todd. ¿Está bien?
Levantó la mirada del suelo y agarró los barrotes helados desde el otro lado.
-¿Qué hace aquí? ¡Tenga más cuidado o la descubrirán!
Permanecimos en silencio durante un largo tiempo.
-¿Cuándo…? ¿Cuándo le llegará el momento de…?
-Mañana al amanecer.
Intentando evitar llorar delante de él me llevé la mano a la boca y me di la vuelta.
-¿Señora Lovett? Estará bien, salga de esta ciudad y olvídese de lo sucedido.
-Lo que a mí me pase ahora da igual.-Volví a agarrar con fuerza los barrotes. -¿Por qué no ha dicho que yo actué como su socia?
Me miró, coló la mano por un agujero entre las rejas y me acarició la cara lentamente. Fue la primera y última vez que vi cariño y calor en su mirada. Coloqué mi mano encima de la suya que ahora estaba parada en una de mis frías y pálidas mejillas, y cerré los ojos.
Al amanecer la gente se agolpaba en la plaza mayor, el señor Todd esperaba serio su hora frente al verdugo, con la soga ya atada al cuello. Me infiltré rápidamente entre la muchedumbre y asustada corrí lo más cerca de él que pude. Pero no paraban de darme codazos y empujones. Quería decirle que le quería, quería que lo supiese antes de que todo aquello sucediera, pero no llegué a tiempo y cayó al cruel y solitario vacío.
Permanecí tirada delante de él largas horas, contemplaba la imagen de su sombra proyectaba ante el suelo como si fuera otra persona, mi cerebro no asimilaba lo ocurrido.
Cuando llegué a casa subí a su barbería y contemplé melancólicamente sus instrumentos rutinarios. Sus libros, su chaqueta colocada delicadamente en el sillón y sus navajas de afeitar.
Este último utensilio me dio una brillante idea, ya sin fuerzas y sin él… ¿Qué iba a hacer yo sola? La amargura y la desesperación me comían por dentro como si de termitas se tratara. Así que alargué el brazo y sin más dilación, me adueñé de una de las afiladas y plateadas cuchillas. Y la apliqué con saña sobre mi frágil muñeca.
Mi cuerpo fue encontrado una semana después. Mi sangre se esparcía por lo que algún día creí que sería nuestro hogar, la navaja se encontraba posada y en reposo sobre mi mano izquierda, mis pupilas parecían no quitarle la vista de encima. Ahora, desde donde me encuentro, no siento ningún dolor, recuerdo cada momento, cada insignificante detalle y sé que jamás podré olvidarle.
Lorena Vilariño
4 comentarios:
Ya sabes mi opinión, a mí me pareces una valiente al estar escribiendote una novela basada en hechos reales de la cual te estás documentando.
Impresionante para gente joven, como yo misma, por ejemplo.
Un besazo, espero que tu texto tenga éxito:)
Simplemente, sin palabras, así me he quedado. ;)
Muchas gracias. Tengo que mandaros un link de mi blog de opinión para que lo publiqueis y lo vea la gente. ;)
un angel caido del cielo mortal esperando convertirse en la sombra de sus pasos, esta tan cerca de convertirse en un ser terrenal que yo en un ser artificial. asi era no?
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