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sábado, 28 de enero de 2012

¡Organizamos un concurso!

¡Hola gente!

Bueno, os cuento. Viendo que el blog estaba un poco muerto últimamente, se nos ha ocurrido organizar un concursillo. Es bastante simple, no hay muchas reglas:

Nosotros os vamos a dar el principio del texto, y vosotros, a partir de ahí, inventaréis lo que queráis. Va a ver tres opciones, para que luego no digáis "Nooo, es que yo no se escribir cosas de ese tipo":P El mínimo es una hoja de Word, a tamaño doce y con fuente Times New Roman. Y el máximo de extensión dos hojas, recordad que esto es un blog ;)

La fecha limite son tres semanas a partir de hoy, por lo que aceptamos escritos para el concurso hasta el 19 de febrero, incluido (vamos a meter también el domingo porque los fines de semana se tiene más tiempo).

El método de hacernos llegar los escritos, el de siempre. Un correo a palabraspapelytu@gmail.com, ARCHIVOS ADJUNTOS NO, por favor.  De título ponéis: "Para el concurso". Copiáis y pegáis el texto en el correo, junto con vuestros datos y si nos queréis aclarar algo:3

Bueno, y, sin más, aquí tenéis las tres opciones:



Opción 1:
Estaba a punto de conseguirlo, solo necesitaba un poco más de tiempo. "Ya está, ya está", se dijo. ¡Por fin!


Opción 2:
Su boca estaba pegada a mi oreja cuando me susurró:
-¿Quieres?
Antes de responder, alguien llamó a la puerta.


Opción 3:

Olía raro. No sabría decir a qué, pero era muy extraño. Como a muerte.


Y nada, ya solo desearos mucha suerte =) Esperemos que esto avive un poco el blog!!^^


NUEVO:
Ah, ya que nos habéis preguntado cuál será el premio, es que promocionemos vuestro blog (si no tenéis, pues vaya, queda dicho que vuestro texto ha sido el mejor, ¡que sube mucho la autoestima!). En este blog, lógicamente, no, ya que sería un tanto absurdo xD Os publicitaremos en el blog de ClaryClaire, una de las administradoras. Más de 10000 visitas y ciento y pico seguidores, ¿no está mal, no? (A ver, no somos una multinacional xD). También os pondremos en nuestros respectivos tablones del Tuenti (Clara en los dos que tiene) y Twitter (en este último, solo yo, ya que ninguno de los otros dos se dignan a hacérselo xD).

 

                                                                                       Admin.: David


Como ya he dicho en un comentario, no podemos enviarios un regalo físico teniendo en cuenta todo el lío que supondría y el poco tiempo que llevamos en el blog. Si este concurso tiene éxito y el blog también y conseguimos más visitas y más seguidores (Dios, parecemos unos necesitados xD), tal vez organicemos alguno con regalo para enviar;)

Esto es todo!! Espero que se anime mucha gente:D

Chupibesos para tod@s!!:P



 Admin.: ClaryClaire
                                              

martes, 24 de enero de 2012

Animal

¡Hola de nuevo!

Aquí os dejo con el relato que nos manda Celia. Es un texto corto y frenético, dejándonos con intriga en el final y con ganas de continuar leyendo ─ o devorando ─ el fragmento que tenemos entre manos en esta ocasión.

Por otro lado, queremos continuar agradeciéndoos que sigáis haciendo posible este humilde proyecto. ¡Muchas gracias y ánimo a tod@s!



Admin.: Miguel





Animal


<<Mierda, ya está cerca. >>
 
Corría como alma que lleva el diablo, apartando ramas, y lleno de heridas en piernas y brazos.
En la frente, un par de gotas de sangre derramadas, pero ya bastante resecas, lo que era un alivio. Tenía todos los músculos en tensión, a pesar de llevar horas sin parar de correr, y mi corazón, no palpitaba, sino martilleaba, de forma casi audible por cualquier transeúnte que, por suerte o por desgracia, pudiera pasar. Pero por extraño que pareciera, no me dolía.

<<Le puedo sentir, viene a por mí, casi ha llegado >>

Decidí buscar un buen lugar para esconderme, sabía que no iba a poder salvarme si corría eternamente, y ya había asimilado el hecho de que iba a morir. Tal vez esto, me había hecho ya dominar el instinto de supervivencia, el miedo a la muerte, tal vez fue lo que me hizo creer que pudiera haber una vía de escape: tal vez consiguiera esconderme tan bien, que pasara de largo.
 No iba a ser demasiado difícil buscar un lugar que pudiera resguardarme un poco, pues todo era maleza a mi alrededor. Vislumbré un gran árbol, desconocido para mí, a pesar de conocerme el bosque como la palma de mi mano. Me recordaba en tamaño a los grandes “baobab” de África, pero sabía que ese tronco no iba a tener un gran agujero en su interior para que yo me escondiera. Sólo había un problema, nos separaban unos cien metros de vegetación mucho menos densa, cien metros que me iban a dejar al descubierto por primera vez en horas. Cien metros en cuyos brazos mis posibilidades de morir se multiplicaban por diez.

Un crujido sonó detrás de mí, y me agazapé, preparado para saltar. Nada aparecía.

Me sonreí a mí mismo, aunque tenía miedo, sí, pero sabía que no podía ser él, era demasiado impaciente, ya me habría localizado y estaría delante de mí. No me había movido ni un milímetro desde el inesperado ruido y aproveché mi postura para atravesar el infierno que me separaba de mi única posibilidad.
 
Como un puma, tomé impulso, y volé entre la vegetación. Notaba cómo la adrenalina segregada corría por mis venas, y me hacía más fuerte y rápido. Entre jadeos, llegué a mi refugio. Todo parecía haber ido como la seda, y durante un segundo, mis músculos se relajaron.

De repente, un sudor frío recorrió mi espalda, al tiempo que algo se clavaba en mi cuello. No había sido lo suficientemente rápido, no lo había logrado. Con una amarga sonrisa, me giré lentamente para ver al psicópata que me llevaba siguiendo dos días, el de los ojos inyectados en sangre, y vi como el cazador, con un gesto ansioso, encañonaba hacia mí, a punto de apretar el gatillo. <<Ya ha llegado>>, pensé.



Celia Cañete

miércoles, 18 de enero de 2012

Futuro Inactivo

Buenas, gente =)

Hoy abrimos nueva entrada con una obra de Elena. Se trata de un micro-relato bastante emocionante, al menos a mí me gustó. También os pongo el link de su blog, el cual no tiene nada que ver con este relato: http://dequetinesmiedo.blogspot.com/

Y bueno, os quería dar las gracias de parte de los tres administradores por visitar tanto el blog y demás. ¡Ya tenemos más de mil visitas! Teniendo en cuenta que no llevamos ni un mes, es una cifra cojonuda. Pero yo os pido de corazón que vayáis pasando el blog a toda la gente que podáis, ya que queremos que esto siga creciendo.

Y poco más que decir. ¡Disfrutadlo y comentad;)! (No os cuesta nada y ayudáis muchísimo al blog, y a la persona que lo escribió).


Admin.: David

 


<<Futuro inactivo>>

Los gemidos de Lily producían en mí aquella extraña sensación que me impedía, a penas, moverme un centímetro. Me paralizaba que ella estuviese triste y yo no pudiera hacer nada para aliviarla.

-Eres una llorona, Lily.-manifesté, acariciándole los cortos cabellos marrones.

-No es verdad, Will-repuso, secándose las lágrimas con la fina camisa.-es solo que...tengo miedo.

-Yo también.-Dirigí mi mirada al exterior, la tormenta de nieve no cesaba. Si llegaba el momento de huir, la nieve nos supondría un inconveniente. Miré de nuevo a mi hermana; teníamos la misma edad, aunque ella siempre parecía menor.

Su rostro se tornó pálido.

-Will. Están aquí.-dijo en señal de alerta.

Unas pisadas resonaron en la nieve, crispando nuestros nervios. Pero ¿qué podían hacer dos niños de siete años contra unos asesinos que venían a rematar el trabajo? Palpé la herida de mi vientre; no dejaba de manar sangre...

Querían matar a mi hermana y yo me había interpuesto entre ellos...y ahora, los minutos se llevaban mi vida. Aferré la mano de Lily e intenté correr todo lo que pude a través de los copos blancos. La sangre la teñía de rojo escarlata.

-Will- sollozaba ella con un hilo de voz lleno de desesperación.

Me detuve en seco. Probablemente la acción más imprudente que hice. 

-Lily.-Le entregué el pergamino que había supuesto tantos problemas-Guárdalo y corre.

Me desplomé. La sangre rodeaba mi cuerpo...un disparo me había arrebatado mis últimas esperanzas de vivir.

-Te quiero, hermanita.

Lily dejó que las lágrimas se deslizaran por su rostro y esa distracción supuso su muerte. Una rosa carmesí apareció en su camisa, cerca del corazón.

Mi mente estaba vacía. Y mis recuerdos se volvían borrosos. Ya no podría reír más, ni jugar ni...acariciar a Lily...Todo estaba perdido y yo no lo había evitado.

El pergamino se abrió justo en el centro de los dos cuerpos, dejando ver su contenido:


Pergamino del Futuro:
Los portadores Lily y Will fallecen.
El pergamino queda inactivo.


-¡Idiota, el pergamino ya no nos sirve!-dijo uno de los agresores-Sólo tenías que matar a uno.

Todo desapareció en un instante. Y mis últimos pensamientos se quedaron dónde nunca nadie podrá oírlos: Lo siento, Lily. Te he fallado.




Elenna


domingo, 15 de enero de 2012

Mrs. Lovett: The legend. Capítulo 33

Y aquí tenemos otra parte de la novela de "Mrs. Lovett: The legend". Fue la que nos envió el primer escrito que está publicado, así que aprovecho para decir que los que ya habéis mandado algo podéis volver a hacerlo, es más, adelante, ¡hacedlo!:) La autora nos ha pedido que pongamos la dirección de su blog: http://dreamsofmotherearth.blogspot.com/; el blog no habla de la historia, pero yo me he metido y, personalmente, me ha gustado. Pasad a echarle un vistazo porque merece la pena:)

Y bueno, las vacaciones de Navidad se han acabado ya y hay que volver a la rutina:S Así que, en esa rutina...esperamos que saquéis tiempo para mandarnos alguna cosilla:P Porque como decía mi socio David en la anterior entrada, ahora estamos escasos de escritos y, bueno, a ver si nos van llegando para poder colgar cuantos más, mejor^^



Admin.: ClaryClaire






Mrs. Lovett: The legend. Capítulo 33


La mañana comenzó oscura sobre la caótica ciudad. Las calles centrales de Londres estaban abastecidas por transeúntes que, o bien tenían mucha prisa o eran ancianos que daban su paseo matinal dirigiéndose al parque. La verdad que me sorprendía que estas personas tan mayores caminaran por las calles con el tiempo que hacía.

Me dirigía de vuelta a casa con las manos cargadas de cestos. Era lunes y como siempre venía del mercado de la plaza donde compraba la carne de relleno para las empanadas, algunas frutas y verduras frescas y algo de té y azúcar.

Las manos me escocían con la rozadura de las asas de mimbre y la lluvia discontinua de aquella mañana volvió a aparecer haciendo más difícil mi trayecto.

-¡Estupendo!-Exclamé al tiempo que soltaba las cestas en el suelo.

Busqué dentro de una de ellas y con agilidad saqué un pequeño saquito marrón donde dentro se encontraba el azúcar y metiéndomelo en el escote para evitar que se mojara seguí mi camino.

No estaba lejos de casa cuando empecé a oír voces de alarma. Entonces, agarrando con más fuerza las bolsas eché a correr hacia mi hogar, de donde desgraciadamente salían los gritos.

Un foco grande de fuego salía del salón de mi humilde morada. Situada enfrente tiré los cestos al suelo y con ellas caí yo de rodillas viendo como mi marido corría hacia mí.

-¡Oh, Dios mío, mi casa! ¡¿Qué ha pasado?!- Exclamé secándome los ojos y levantándome de húmedo suelo.

-¡La chimenea…! ¡Saltó una chispa!

-¡¿Cómo que saltó una chispa?! ¡Te dije que no pondría la rejilla que la vigilaras un momento!

Enfadada y observando cómo los vecinos cogían cubos con agua para apagar las avivadas llamas esperaba una respuesta de mi despistado marido. Albert se rascó la cabeza y tuvo el valor y la decencia de por fin responder.

-Me…me quedé dormido.

Cogí un cubo y me dirigí con él a la casa.

-¡¿Cómo?! ¡¿Dormido?! ¡Oh, Dios mío! ¡Albert Lovett eres un completo inútil!

Los hombres de alrededor nos miraron esperando que mi marido hiciera algo por mi intolerable trato. Al final decidido se acerco a mí y levantó la mano. Yo sin asustarme le agarré el brazo levantado, se lo bajé y dije:

-Cariño mío, nuestra casa se quema.

Por suerte el cielo estaba de nuestra parte y la lluvia fue aumentando . Pocos minutos después de que el fuego se apagara entramos para ver los desperfectos.

Corrí al salón. No quedaba casi nada. Todo estaba carbonizado. Le lancé una mirada acusativa a Albert. Permanecía quieta hasta que llena de rabia grité.

-¡Oh, Dios mío! ¡¿Por qué me diste un marido tan irresponsable?!

-¡No consiento que me hables así! Además, míralo por el lado bueno mujer… la cocina y las demás habitaciones siguen intactas.

Me acerqué a él.

-¡¿Qué las demás siguen intactas?! ¡Por Dios, Albert! ¡A mis veinticinco años casi veo toda mi vida reducida a escombros! ¡Idiota!

Me giré y me fui hasta la ventana de la cocina. Los pasos de mi marido resonaron con fuerza tras de mí y segundo después su mano ancha y fuerte me giró cogiéndome del cuello y estampándome contra la pared me dijo:

-¡Qué sea la última vez que me hablas así! Esas maneras te servirían con tus estúpidos padres…pero yo…yo puedo castigarte, Nellie. Recuerda que me perteneces hasta el fin de nuestras vidas, eres mía. Recuérdalo. Ve al dormitorio y reflexiona sobre tu comportamiento. Desde ahora las cosas van a cambiar. Harás lo que yo te ordene. Como Dios dice que debe ser.

Dicho esto me soltó y caí al suelo. Me palpé el cuello para ver si tenía algún arañazo. Me fui corriendo al dormitorio y me encerré, desde allí pude oír sus gritos.

-¡Y más te vale salir a presentar tus excusas!

Pasaron horas. Ni corta ni perezosa salí de la habitación. Sabía que por mi propio bien tendría que disculparme ante Albert. Así que se secándome las lágrimas con la manga y tragándome mi orgullo salí al salón, donde de espaldas a mí, se servía un vaso de whisky.

-Perdóname, perdí el control.

No contestó. El silencio reinaba la casa y Albert seguía de pié. Yo jugaba con los guantes quitándomelos y poniéndomelos una otra vez. Por fin se dio la vuelta y me miró con recelo.
-Tus modales son pésimo, Nellie Lovett. He estado pensando en sí debería abandonarte para buscar a una mujer que supiera comportarse. Pero, eres bonita.- Contestó acercándose a mí y pasándome el dedo índice por la nuca.

Agaché la cabeza esperando que mi marido no quisiera llegar demasiado lejos con la reconciliación. Cuanto más cerca estaba más nerviosa me ponía y la frente y las mejillas me empezaban a sudar.

-Desde ahora-Retomó besándome el cuello- te comportaras como una mujer y no como una sucia mujerzuela.

Levanté la cabeza al oír tan inesperado insulto , pero permanecí callada y postrada en el mismo lugar dejándome hacer. Su mano se metió por mi escote y rápidamente le fui a apartar.

-Eres mía, Nellie. Que no se te olvide. Te tendré cuando a mí me apetezca.

Pensé que en cierto modo yo me lo había buscado y me sentí mal por haber faltado así a mi marido.
Seguidamente me cogió de la mano con firmeza y despacio, con una sonrisa pintada en la cara, me dirigió hacia el lecho. Me remangó las faldas, me bajó las enaguas y me tomó. Yo no me quejé como hacía normalmente, simplemente dejé la mente en blanco y permanecí tumbada con la mirada perdida. Esperando que algún día fuera yo misma quién llevaría las riendas de mi vida hacía el camino que yo eligiera.



Lorena Vilariño

jueves, 12 de enero de 2012

Holocauto Nuquelar

Hoy publicamos un pequeño relato de una chica de la que he leído ya varias cosas y la verdad es que están muy bien. Tiene un blog al que os animo que paséis: http://avecrougealevres.blogspot.com (en él también están indicadas las direcciones de correo, flickr y formspring).

Le encanta París y el francés, así que para los románticos y los apaionados por la cultura francesa... os gustará:) Y también le gusta el maquillaje y la ropa:)

Un besazo a todos y esperamos que os guste!


Admin.: ClaryClaire





Holocauto Nuquelar




Las bombas no cesaban. Las paredes temblaban y caía tierrilla del techo.

Yo no podía más que temblar, rodearme las piernas flexionadas con los brazos y hundir la nariz enlas rodillas. Ya no podía ni llorar, apenas llegaba a respirar con normalidad. Tenía las ropas empapadas de sudor frío que provocaban en mí escalofríos, y no llevaba zapatos; unos rancios y mustios calcetines repletos de agujeros intentaban dar calor a mis pies, sin conseguirlo. No llevaba guantes, ni bufanda ni nada. Me iba a dar una hipotermia.

A todos nos había tomado de improvisto la sirena de las nueve de la mañana y, por lo tanto, ninguno de los presentes estaba mucho mejor preparado que yo. Tampoco éramos muchos, y no estaba seguro de si era bueno o malo: una mujer y un hombre jóvenes se abrazaban y lloraban el uno sobre el otro; un anciano, con las piernas cruzadas, se miraba las manos con tristeza, sin saber muy bien del todo que tenía que hacer o, más triste aún, cómo iba a sobrevivir; una pareja de mediana edad se escondía sin quererlo en un pequeño recoveco, ella durmiendo con los ojos como platos sobre la rodilla de él, y él mirando al horizonte inexistente mientras su mano acariciaba la cabeza de ella.

—Hola —dijo una vocecita. Aunque me sorprendió que alguien hablase no me molesté en levantar la cabeza, pero la voz no tardó en insistir, esta vez un poco más cerca.

—Hola.

Lo que vi cuando megiré fue, posiblemente, lo más bonito y delicado que había visto en mi vida: un angelito que, si hubiese estado de pie, me habría llegado a la rodilla y que me estaba mirando sin entender muy bien. Tenía unos rizos preciosos, algo ensuciados por el polvo del techo, cogidos a un lado con un lacito rojo, y unos ojos pequeños y azules. Vestía un abrigo rosa y gordo para lo que era su cuerpo, lo que no evitaba que temblase por momentos.

—¿Ónde tamos? —Apenas tenía tres años y no pronunciaba bien, pero daba una sensación de inseguridad que daba miedo abrazarla por si se rompía en pedacitos—. ¿Ónde tamos?

—¿Que dónde estamos? —Pregunté yo en bajito, para asegurarme de que lo que veía era real y no un síntoma de la falta de sueño. El angelito sonrió—. En un búnquer.

—¿Buquer?—arrugó la nariz sin comprender.

—Para estar a salvo —procuré resumir, ya que no entendería mucho que pudiera decirle.

—¿Poque? —siguió investigando.

—Holocausto nuclear.

—¿Holocauto nuquelar?

Estaba seguro deque no había comprendido nada de lo que le había dicho, pero estaba sola y yo también, así que asentí.

El techo seguía crujiendo y no tardaríamos en morir, pero el angelito se me acercaba tambaleándose sobre sus dos piernecitas con dificultad para abrazarme. Era tan delicada. Cuando estaba a menos de medio metro, parte del techo se derrumbó por completo y cayó sobre su rizada cabeza aplastándola contra el suelo. Era tan delicada…


 
Lisbeth Brewster

sábado, 7 de enero de 2012

Esos pequeños detalles


Buenas, gente!

Hoy los administradores nos estrenamos, y yo voy a ser el pionero =) Os traigo un pequeño texto, el cual escribí muuyyyy entrada la noche xD Estaba muy inspirado, para qué mentir ^^ Y bueno, a vosotros, deciros que esperamos con ansias vuestros textos, que últimamente no nos ha llegado nada. A ver, lo entendemos, es época de fiestas y como que no hay ganas de ponerse a escribir xD Pero bueno, a ver si a partir del lunes esto se empieza a normalizar. 

Ah, ¡y el texto se lo dedico a Clara! Gran compañera de conversaciones hasta las seis y pico de la madrugada y grandiosa persona =) Pues nada, espero que os guste y así me animaré a escribiros más cosillas. ^^

 
Admin.: David





Esos pequeños detalles


El otro día estaba tranquilamente es mi casa, tumbado en la cama, escuchando música con los cascos, y pensando sobre todo y sobre nada a la vez. Quizá me equivoque, quizá no, pero la vida la hacen esos pequeños detalles que a todo el mundo le son irrelevantes. Sí, estoy totalmente seguro que esos detalles son los que hacen de la vida algo que merezca la pena.

Esa sonrisa de un padre, esa canción que nos pone la piel de gallina, esa amistad que te hace sentir que nunca estarás solo. ¡Por los grumos del colacao! El levantarte día a día y ver a tu pareja al lado, con una sonrisa en el rostro. El jugar con tu perro despreocupadamente en un parque. El leer un libro que te haga olvidar todas las miserias de este mundo. El quedarte hasta las mil hablando con un amig@. El sentir la paz de la naturaleza en medio de un bosque. El poder evadirte del mundo tocando algún instrumento, y el emocionarte haciéndolo. El poder ver las puestas del sol y solo pensar en cómo puede existir algo tan hermoso. El tomarte un buen café una fría mañana de invierno. El sentir la lluvia en tu cabeza empapada. El pegarte una buena ducha recién levantado.

Los paseos a las ocho de la mañana después de una noche de risas con los amig@s. Esas conversaciones que te hacen sonreír de lo sumamente absurdas que son, pero que aún así te hacen reír. Esa canción de la infancia que te arranca una sonrisa del rostro sin quererlo. Ese concierto que te hace perder la cabeza. Ese placer que da el escribir y desahogarte con las palabras. Ese placer que da componer una canción. Esa maravilla que es rendirte en una cama bien caliente y dormirte después de un duro día. Esas chorradas que más tarde se convertirán en un himno o en algo épico. Esas tardes que lo único que quieres es encerrarte en casa, echarte la manta por encima y ver una buena película. Ese grupo que hace que llores de emoción al escucharlo. Ese momento de llegar a la cima de una montaña y mirar alrededor, suspirar y pensar que ha merecido la pena. Ese solo de guitarra que te desgarra el corazón. Esa película que no te cansas de ver, aun habiéndola repetido cincuenta veces. El ver una buena tormenta desde la ventana de tu casa. El agarrar una bici y perderte por donde nunca antes fuiste. El beber agua después de un demoledor día de caminar bajo un implacable sol. El viajar a un país y maravillarte con sus calles. El ir cantando por la calle como un loco una canción con tus amigos. Ese momento de correr por la calle con la lluvia golpeando tu rostro al lado de un amigo. El fallar y levantarte para seguir intentándolo, y la sensación de satisfacción al conseguirlo…

Por todas estás, y por muchas otras cosas, son por las que yo me levanto día a día. Todas las mencionadas, que ya las he vivido, hacen de este un mundo en el que vivir. Y, por eso, y por las que me quedan por descubrir, es por las que yo escribo estas palabras.


 

Firmado:                                                                                                           David Plaza

jueves, 5 de enero de 2012

Rastreadores de Dragones. Prólogo

En esta ocasión tenemos un relato que nos envía la escritora Adriana Criado, más conocida como Nanna Doyle, autora de http://rastreadoresdedragones.blogspot.com, blog en el que cuelga los capítulos de su novela "Rastreadores de dragones". Aquí nos deja el prólogo de su obra; un texto corto, pero que deja con ganas de más.


Admin.: Miguel




Rastreadores de dragones. Prólogo.


- ¡Mi señora! — gritó el hombre, atravesando el pasillo con rapidez, irrumpiendo en la sala con la respiración jadeante — Dos más.

La joven mujer sonrió, sentada en el sillón de cuero rojo, bastante cómodo, en un rincón de la sala.

- ¿Procedencia?— preguntó, sin alterar su voz habitual.

- Londres. Son estudiantes en la escuela secundaria— respondió el hombre, jadeante aún.

- Muy bien. Llama a Gabriel, se instalarán en Oniria.

- Enseguida— afirmó, saliendo de la sala.

- ¡Joseph!— llamó la mujer, tranquilamente. El hombre volvió a entrar.

- ¿Sí?

- Que sean Derek Tyler y Erik Clers los que se ocupen del asunto— sonrió, satisfecha, pues confiaba en esos chicos como en su propia vida.

- Sí, señora. Buena elección.

Cuando el hombre hubo cerrado la puerta, la mujer comenzó a toser desesperadamente.

- Mierda…— susurró— No tenía que haber aguantado la tos…

Miró a su alrededor y cogió una de las pastillas que el doctor McFly le había dado cuando le informó de su situación. Era un bote verde ovalado, al igual que las pastillas de su interior. Introdujo dos de ellas en su boca, y se las tragó con ayuda de un poco de agua, notando el sabor amargo en su paladar.

- Malditos demonios Lidius… Juro que me la pagaréis.


....



- ¿Estáis todos?— preguntó el hombre, mirando a los chicos de uno en uno—. Ah, falta Derek.

- Ya estoy aquí— dijo el chico rubio, entrando por la puerta con aires de superioridad, tal y como hacía siempre—. ¿Qué ocurre, Gab?

Gabriel carraspeó y comenzó a hablar con voz tranquila, dirigiéndose a los seis presentes, que lo miraban con curiosidad.

- Me han informado de que han encontrado a dos nuevas rastreadoras— explicó, sonriente.

- ¿En serio? ¿Vienen a Oniria? ¡Por fin más gente social!— exclamó una chica rubia, contenta.

La llegada de nuevos rastreadores alegraría un poco más la estancia en Oniria, que desde hacía unos meses se estaba haciendo aburrida.

- Aún no, Valerie. Derek y Erik se encargarán de traerlas— dijo—. Luego os daré más detalles. Preparad todo lo necesario, tendréis que sorprenderlas.

Ambos chicos sonrieron, mirándose entre sí, como lo hacían cada vez que hacían algo en equipo.

- Como si no fuera bastante  sorprendente alguien como nosotros—. rió Derek.

- Ahí le has dado— acompañó Erik.

- Dejaos de chulerías.— dijo una chica castaña.— ¡Queremos conocerlas!

Gabriel había dicho que eran rastreadoras, por lo tanto, chicas, así que Alexia estaba deseando al igual que Valerie, no ser las dos únicas chicas de Oniria, rodeadas de cinco chicos si se contaba a Gab.

- Sí, Alex, ya tendrás tiempo— le dijo Erik a la chica, la cual era su hermana.

- En marcha— sonrió Derek, dando media vuelta y desapareciendo por la puerta, con ese paso seguro que solo él sabía llevar.


Nanna Doyle

domingo, 1 de enero de 2012

Agorafobia

Bueno, bueno... lo primero que tengo que decir (por parte de los tres admin.) es... FELIZ AÑO NUEVO!!! Y no sé, lo tipico, que esperamos que este año sea mejor que el anterior, con risas, diversión, amor, felicidad, paz, la salida de la crisis y todas esas cosas...

Y nada, ayer no publicamos y antes de ayer tampoco, precisamente porque, al ser Nochevieja y Año nuevo, pensamos que la gente estaría con su deber (familia, amigos...), lógicamente, y no aquí leyendo xD.

Así que, bueno, hoy día dos de enero de este nuevo 2012, nos estrenamos con un breve relato sobre, como bien expresa el título, la agorafobia. Esperamos que os guste:):)

La autora tiene quince años y varios blogs; voy a nombrar un par de ellos. El principal, que es http://kirtashalina.blogspot.com, y otro de una novela que esta escribiendo, http://elbosquedelasdriades.blogspot.com

Y ahora... a leer!:D


Admin.: ClaryClaire






Agorafobia

 

Ignorando los gritos de mi madre, subí las escaleras a paso tranquilo y me vi reflejada en la cristalera que daba al jardín. Observé el perfil delgado de mi rostro y contemplé por entero la silueta de mi cabeza. Llevaba el cabello recogido en un alto pero descuidado moño, realzando la forma de mis pómulos, mis sienes y los rasgos de los ojos. Me daba la impresión de que aquel peinado me confería un aspecto de chica mayor; una yo con moño era como una universitaria, o algo así. Algo intelectual, algo con lo que pegaría unas gafas, una falda a cuadros y una camisa de niña bien.

Sin embargo, cuando estuve en el piso de arriba y alargué la mano para encender la luz del pasillo, vi mis dedos posados en el interruptor blanquecino y no pude evitar fijarme en mis uñas, pintadas con esmalte de color violeta intenso. No, decididamente no era mayor. Con detalles como ese me sentía muy niña, aunque obviamente eso no lo habría reconocido nunca. Tan sólo alguien que supiera leerme sería capaz de darse cuenta de eso, o tal vez no.

Pero, aunque no fuese adulta, me sentía completamente diferente. Tanto, que aun a pesar de haberme visto hacía dos segundos reflejada en el cristal de la escalera, tuve que ir al baño para examinarme en el espejo. Contemplé mi rostro y giré la cabeza en varias direcciones para estudiarme bien; no había nada fuera de lo normal. Estaba mi cabello castaño claro, mis ojos grises y mi piel ligeramente tostada; nada más.

Aunque me hallaba intranquila todavía, volví a mi habitación y me quité la chaqueta, dejándola sobre el respaldo de la silla. Después me libré de los mitones marrones y los lancé a la cama, pero estaba tan distraída mirando a la ventana que ambos golpearon en la cabecera y cayeron al suelo sin hacer ruido. Tras el cristal todo era completamente distinto a mi hogar. Mi casa podría describirse como limpia, ordenada y simétrica, estaba constituida por colores siempre o muy claros o muy oscuros, aunque predominaba el blanco; no había apenas elementos decorativos y era todo frío, calculado, como si cada mueble estuviese asignado a un lugar y jamás pudiera moverse de allí. En cambio, mirar por la ventana me devolvía a la realidad, me enseñaba que más allá de las impolutas alfombras y las paredes vírgenes había cielos azules, naranjas, rosados y rojos; árboles pardos, verdes, grises y blanquecinos; casas de piedra gris y de ladrillo rojo; calles empedradas y aceras húmedas por la lluvia. Todo destilaba vida, en cambio, mi casa parecía tan estéril e higiénica que se asemejaba más a un hospital o a un gran edificio de la persona más impersonal del mundo.

Apoyé las manos en el radiador y la mejilla en el cristal, sintiendo frío y calor al mismo tiempo. Después me dediqué a observar a las personas que pasaban por la calle, despreocupadas, ajenas a mí y a la facilidad que tenían para hablar de cosas sin importancia y reírse por nada, bien alto y con las mejillas hinchadas y los ojos brillando. Me pregunté por qué no podía yo, por qué no era capaz de salir de allí de una vez por todas, dejar atrás todo aquel orden perfecto que me daba dolor de cabeza y poder sumergirme en las profundidades desconocido, callejear por ahí sin prestar más atención que al viento helado que me arañase las mejillas, cubrirme la cabeza con un gorro de lana y protegerme el cuello con una bufanda, tarareando una canción mientras saboreo el frío con el paladar.

Después de imaginarme aquella utópica escena me acordé de que no era capaz de salir a la calle sin que me diera un ataque de pánico y noté un escalofrío que me ascendía por la espalda. Contemplé la posibilidad de volver a ponerme la chaqueta, pero llevaba ya varios minutos en la silla y habría perdido mi calor, así que al ponérmela sólo sentiría más frío. Me apreté contra el radiador y me abracé a mí misma.

Los gritos de mi madre ya se habían apagado hacía ratos, puede que horas atrás, pero su voz todavía resonaba en mi cabeza, chillando, recriminándome mi imprudencia. Sí, vale, había salido de casa sin permiso, sola y sin abrigo, por si fuera poco. No estaba loca, tal y como mi madre pensaba, simplemente me dio la impresión por un segundo de que era capaz de enfrentarme a mis miedos. Sin embargo, todavía no había puesto un pie en la acera cuando tuve que detenerme, chillando. Mi madre había venido a buscarme con un susto de muerte y prácticamente me llevó en brazos hasta el salón, porque yo casi no era capaz de ponerme en pie. Sabía que con aquel miedo no llegaba a ninguna parte, pero era algo tan irracional que no sabía cómo vencerlo.

Dejando de lado aquel tema, me quité los zapatos y me metí en la cama, mirando el techo blanco. Sentí el frío de las sábanas en las piernas a través de los ligeros pantalones, así que me doblé sobre mí misma para entrar en calor y cerré los ojos, dejando que la suave tela de la almohada me hiciera cosquillas en la mejilla hasta que Morfeo me llevó consigo.



 
Kirtashalina